Queridas majestades:
Este año, mi carta de Reyes tiene un solo deseo, pero es uno que anhelo profundamente. Es algo que siento que no solo yo, sino muchos en nuestro país, hemos estado esperando desde hace mucho tiempo: un pacto por la educación.
La educación es un pilar fundamental para el desarrollo de nuestra sociedad y, sin embargo, sigue siendo afectada por políticas inconsistentes y cambios que, en lugar de responder a las verdaderas necesidades de nuestras aulas, se implementan sin una visión de largo plazo. Este pacto no es solo una petición personal; representa el deseo colectivo de tantas personas comprometidas con la enseñanza y el aprendizaje.
Es hora de que los políticos dejen de introducir reformas sin consenso ni un análisis profundo y que, en su lugar, escuchen la voz de la escuela. Esa voz, que representa tanto a los estudiantes como a los maestros, pide un cambio real y duradero, uno que incluya un programa de inversiones adecuado para mejorar no solo los espacios en los que los niños y niñas crecen y aprenden, sino también los medios y herramientas con los que lo hacen.
Los niños y niñas primero, con el apoyo de maestros y familias
En la escuela, lo más importante siempre serán los niños y las niñas. Sin embargo, no podemos olvidar el papel fundamental que desempeñan los maestros y maestras, quienes día a día dedican su vida a formar ciudadanos críticos y responsables. Su trabajo, en conjunto con el de las familias, constituye una labor invaluable para educar a las generaciones futuras.
Majestades, confío en que este deseo algún día será una realidad. Que podamos construir una educación que no dependa de vaivenes políticos, sino de un verdadero compromiso de mejora continua. Una educación que no solo forme, sino que inspire a cada niño y niña a ser la mejor versión de sí mismos.
Atentamente,
Joaquín Marzá Mercé